I Ching: proceso abierto a devenires.
Cuando el viento mueve el agua o incluso sopla sobre un pantano, entonces sentimos-percibimos-introyectamos- la presencia invisible en el mundo visible o la presencia visible del mundo invisible. Asunto de palabras y de "perspectiva", en fin, de episteme.
Si ocurre así --de la semilla al fruto-- en el mundo "concreto y macroscópico", ¿Cuántos fenómenos o "misterios-enigmas" pueden emerger-manifestarse desde lo microscópico (desde mundos o estados muy sutiles --y ya no solamente "sutiles") sin que nuestra consciencia tenga acceso a ellos? He ahí, por ejemplo, a los virus: inteligencia sin mente. ¡Y todo esto lo sabemos aunque solemos olvidarlo!
Fin de un ciclo o camino "materialista-ideológico-espiritual": verdad interior o inconsciente de cada quién.
¿Verdad interna --como diálogo honesto con uno mismo-- devenida "universal, uniforme y común"?
Olvidemos el significado de las palabras
para poder conversar.
Los 64 hexagramas sirven como figuras que estructuran posibilidades para un diálogo fecundo (aquel que asume lo "negativo rebelde" sin necesidad de "integrarlo" sino incluso manteniéndolo bajo cierta "distancia alusiva"); diálogo que yendo más allá o más acá de la siempre cacareada "buena voluntad", asumiría como "marco" la sapiencia contenida en este "dispositivo" conocido como I Ching, y donde lo dicotómico se plantea y resuelve mediante un proceso abierto a devenires y bajo enfoques no dualistas ni conceptuales ni puramente racionales.
Procesos en devenir de devenires que pueden actualizarse en nosotros, o que se instalan en el presente de nuestra subjetividad si somos capaces de volvemos conscientes de ello.
Un diálogo que no se base solamente en la constante apelación al bienquerido binomio identidad-diferencia. ¿No puede problematizarse el asunto de "la identidad" --sea cual sea-? ¿Y si no existe tal máscara como la (una) identidad si no a fuerza de fosilizarse y matar a la propia vida en nombre de lo sublime ideológico?
Hexagrama 61: verdad interior: todos los seres moriremos y mientras tanto deseamos felicidad y evitamos el sufrimiento (aunque nuestra cultura nos ha domesticado tanto bajo el poder del símbolo que nos mata con el símbolo y así incluso actuamos contra nosotros mismos; de ahí que un psicoanálisis opine que deseamos y buscamos el sufrimiento aunque digamos lo contrario).
Verdad de Perogrullo. Así insiste o se repite la tradición. Los ancestros pululan como inteligencia sin mente dentro del extraño orden de las cosas. El viento sopla y el agua se mueve.
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